La autoridad en condiciones de no dominación
El concepto de autoridad es un concepto fundamental para la teoría política contemporánea. Cuando pensamos en la noción de «autoridad», usualmente nos imaginamos estructuras de mando jerárquicas y/o violentas en las que hay un superior manda y otra persona, subordinada, que obedece. ¿Es posible, sin embargo, pensar en la autoridad bajo las condiciones de no dominación?
En su ensayo titulado ¿Qué es la autoridad? Hannah Arendt (1906-1975) afirma que la autoridad, se ha “esfumado del mundo moderno”. El concepto mismo se encuentra en una crisis. Esta crisis de la autoridad, que ha acompañado el desarrollo del siglo XX, se manifestó brutalmente en la aparición de la forma totalitaria de gobierno, que generó una ruptura con toda autoridad tradicional.
En respuesta a este y otros fenómenos políticos, y dado que, según Arendt, “no estamos en condiciones de saber qué es verdaderamente la autoridad”, es necesario reflexionar sobre este concepto y reconsiderar su significado. Aun cuando Arendt concede que la autoridad siempre demanda la obediencia, es enfática al señalar que no debe ser confundida con cierta forma de poder o de violencia. ¿Qué debemos entender, entonces, por autoridad?
Autoridad no es dominio
La noción de autoridad de Arendt se distancia de nociones negativas que la comprenden como el ejercicio del dominio de un ser humano sobre otro, o como el gobierno de unos sobre otros por medio de la coacción. Al contrario, Arendt sostiene que el uso de la fuerza y la violencia se hacen necesarios como medio para asegurar la obediencia solo cuando la autoridad fracasa.
En tanto que no se sirve de la violencia, la autoridad es incompatible con ella. Sin embargo, en tanto que la autoridad instituye una relación jerárquica de mando y obediencia, tampoco se puede equiparar con, por ejemplo, la persuasión. Esta última, según Arendt, presupone la igualdad y opera por medio del proceso de la argumentación. El orden igualitario, por lo tanto, también es incompatible con la noción de autoridad propuesta por Arendt.
La relación de autoridad entre el que manda y el que obedece no se apoya ni en la razón común ni en el poder del primero sobre el segundo. Se basa, en cambio, en que comparten el reconocimiento de la pertinencia y legitimidad de la estructura jerárquica misma, en la que ambos ocupan un lugar definido y estable. Vale decir, el principio rector de la autoridad es el reconocimiento libre y mutuo de una relación de disparidad. Arendt sugiere, de hecho, que una forma autoritaria de gobierno es “la menos igualitaria de todas las formas” ya que “incorpora la desigualdad y la distinción como principios omnipresentes”.
Bajo esta noción de autoridad, Arendt sugiere que esta no ha existido siempre y no se encuentra necesariamente presente en todas las comunidades políticas. La autoridad, para Arendt, implica un modo de obediencia en la que los seres humanos conservan su libertad. Libertad entendida, en términos políticos, como la capacidad de actuar de forma concertada con el otro en el ámbito de los asuntos humanos. Esto, a su vez, implica la necesidad de instituir un espacio público para la aparición de los seres humanos. En el ensayo ¿Qué es la libertad?, Arendt caracteriza este espacio como un espacio para el desenvolvimiento de la acción humana en “palabras que se pueden oír, en hechos que se pueden ver, y en acontecimientos sobre los que se habla…”.
En contraste, el espacio de lo privado es entendido por Arendt como el espacio en el que se consigue el dominio sobre las necesidades. Es un espacio propio de la violencia y es, por definición, “prepolítico”. La necesidad, que es dominada por medio de la violencia, debe ser superada para alcanzar el espacio propio de la política y, por tanto, el espacio propio de la libertad.
La autoridad, por tanto, solo puede ser entendida como una relación entre personas libres, tanto de la necesidad como de la dominación de otros. Del mismo modo, las relaciones de dominación y sujeción solo pueden entenderse como condiciones previas del campo político y de la libertad, y no como su contenido.
Autoridad, fundación y revolución
El término «autoridad» adquiere su significado a partir del concepto romano auctoritas y, como este, reviste una dimensión fundacional. En efecto, en ¿Qué es la autoridad? Arendt pone énfasis en el hecho de que la palabra “autoridad” (auctoritas) apareció, en su origen, a partir de la fundación de la República de Roma:
El sustantivo auctoritas deriva del verbo augere, «aumentar», y lo que la autoridad o los que tienen autoridad aumentan constantemente es la fundación. Los provistos de autoridad eran los ancianos, el Senado o los patres, que la habían obtenido por su ascendencia y por trasmisión (tradición).
Hannah Arendt
Esta dimensión de la autoridad como aumento constante de la fundación vincula poderosamente el concepto de autoridad con el pasado, la tradición y la constante actualización del principio fundacional del espacio político. Esto significa, en resumidas cuentas, que la fuente de la autoridad usualmente trasciende el poder y a quienes están en el poder. Su fuerza vinculante deriva, por tanto, del momento fundacional y añade “a cada momento todo el peso del pasado”. La fundación, en este sentido, es considerada por Arendt como momento necesario para la experiencia política de la autoridad.
El acontecimiento decisivo para la experiencia política moderna de la fundación es, según Arendt, la revolución. Esta puede ser, como ha sido generalmente, de carácter violento o, como Arendt señala es el caso de la Revolución Americana, sin violencia.