¿Qué es y que busca el feminismo?

Como lo destacamos en esta entrada, es común oír que el feminismo es tratado como una «ideología». Especialmente, por parte de partidos y movimientos políticos de corte conservador que, probablemente de forma inadvertida, emplean el término «ideología» bajo su concepción marxista originaria.

Si observamos el feminismo desde el concepto de ideología que hemos heredado del marxismo clásico (y que es, seguramente, una de las interpretaciones más extendidas del término), hay tres motivos para pensar que el feminismo es una ideología y tres motivos para pensar que no lo es.

El feminismo es una ideología, en primer lugar, porque presenta un análisis distinguible sobre cómo son las cosas (una interpretación del mundo). En segundo lugar, emerge desde el punto de vista de un grupo social en particular (expresa la visión de las mujeres). Por último, tiene un carácter eminentemente reformista o revolucionario (demanda cambios).

Por otra parte, el feminismo no es una ideología (en el sentido de Marx) porque su análisis de la realidad no es ampliamente aceptado (no es popular). Además, no representa el punto de vista de los grupos sociales poderosos o dominantes (no es hegemónico) y, por último, el feminismo es un movimiento político diverso (no es dogmático).

Dicho esto: ¿qué es el feminismo? y, más importante aún ¿qué busca?

El feminismo

El feminismo se opone a una genuina ideología: el patriarcado. El patriarcado es paradigmáticamente ideológico en el sentido marxista del término y, paradójicamente, pocas veces se le discute fuera del ámbito del feminismo.

En términos simples, el patriarcado es la ideología según la que los hombres constituyen el grupo social dominante y la masculinidad es la práctica social dominante. Asimismo, el patriarcado se presenta como la perspectiva universal (única) y, por tanto, suele ser inadvertido.

El primer logro del feminismo ha sido, entonces, denunciar la existencia del patriarcado como ideología y, a su vez, señalar las injusticias que se han cometido bajo dicha perspectiva en contra de los grupos sociales subordinados.

No es fácil captar la esencia del feminismo. Esto se debe a que, como muchas otras ideologías y corrientes de pensamiento, su historia es diversa y su desarrollo interno no ha estado exento de tensiones y conflicto.

Aun así, es posible sintetizar la multiplicidad de voces del feminismo en tres tesis fundamentales:

  1. La división social de género: el género es un clivaje social importante que ha perdurado a lo largo de la historia;
  2. La existencia del Patriarcado; la división social asociada al género no es neutral. Por el contrario, es profundamente desigual (las mujeres se encuentran en desventaja respecto de los hombres); y
  3. La necesidad de cambio: el hecho de que la división social de género sea perpetuada por el patriarcado está mal y se deben tomar acciones políticas para superar esta situación.

Antes de profundizar en estas tesis y en los objetivos del feminismo, sin embargo, es necesario despejar una pregunta importante. A saber, ¿a qué se opone el feminismo exactamente? Como hemos dicho, el feminismo se opone al patriarcado. Por tanto, es fundamental exponer en detalle en qué consiste esto que llamamos «patriarcado».

El Patriarcado: fetichismo de la elección y la biología como prisión

En el contexto de las sociedades capitalistas occidentales, el feminismo se ve enfrentado a dos desafíos principales: el fetichismo de la elección y la prisión de la biología. Estos dos fenómenos se encuentran estrechamente vinculados el uno con el otro.

La ideología patriarcal de las sociedades occidentales modernas insiste en que las mujeres y los hombres son inevitablemente distintos, de forma que las desigualdades sociales se encuentran ancladas en las diferencias biológicas (prisión de la biología). Al mismo tiempo, las injusticias que produce esta creencia son mitigadas por el énfasis del liberalismo en la elección individual (el fetichismo de la elección).

En otras palabras, se sugiere que la desigualdad de género es, al mismo tiempo, inevitable y no-problemática. Dicho esto, ni la biología ni el liberalismo son inherentemente patriarcales. Sin embargo, han sido empleados para fortalecer al patriarcado.

Según este relato (patriarcal), hombres y mujeres no son iguales. Se encuentran limitados física y socialmente por su biología y, por tanto, están destinados a llevar vidas diferentes. El liberalismo es capaz de tolerar esta desigualdad como una desigualdad justa, en la medida en que sea el producto de la elección individual. Según el credo liberal, si las personas han elegido libremente aquello que los coloca en desventaja o profundiza las diferencias, no existe ningún problema.

De esta forma, la desigualdad de género sería el resultado combinado de las diferencias naturales y la libertad de elección. Bajo las perspectiva patriarcal que predomina en las sociedades liberales modernas, entonces, interferir con la desigualdad de género se convierte en un acto artificial e injusto.

En contraposición a estos argumentos, el feminismo insiste en que las mujeres no están determinadas biológicamente ni son libres por la sola existencia de la elección individual.

El fetichismo de la elección

El ciudadano liberal modelo está siempre en control: de su carrera, de sus elecciones de consumo, de su vida familiar, de sus relaciones interpersonales, de su vida sexual, etc. Los miembros de las sociedades modernas se toman este modelo muy en serio y se ven a sí mismos como igualmente libres para elegir la vida que quieren.

El feminismo no rechaza el valor de la elección libre como un ideal. Sin embargo, es consciente de que nos encontramos limitados y somos, de facto, desiguales. Esto, obviamente, interrumpe la visión idealizada del ciudadano liberal.

Para el feminismo, todas las mujeres sufren los efectos de la inferioridad social de su género y todos los hombres (incluso los desdichados) se benefician de los privilegios de ser hombre. Esto no significa que las mujeres son víctimas y los hombres victimarios. Significa, simplemente, que ambos se encuentran limitados por normas sociales de género.

El feminismo puede generar rechazo porque obliga a las mujeres (y hombres) a enfrentar una idea difícil de aceptar: el hecho de que no tienen control sobre su vida y que sus elecciones están moldeadas por lo que se considera un comportamiento social apropiado para su género.

Cuando se nos presentan estas ideas, podemos sentir que es el feminismo el que nos impone límites. Sin embargo, el feminismo simplemente se ha dedicado a identificar los límites que existen, precisamente para propiciar su eliminación.

La prisión de la biología

El feminismo se resiste a la idea liberal de que somos individuos atomizados y autónomos que solo necesitan garantías legales para proteger su libertad de elección. Pero también se resiste a la idea de que las desigualdades de género son el producto de determinaciones biológicas.

El prejuicio de la inferioridad biológica de las mujeres en el pensamiento (político y filosófico) es muy antiguo. Las opiniones de hombres notables como Rousseau, Hegel, o Nietzsche incluyen ideas como la incapacidad de las mujeres para pensar racionalmente, seguir carreras profesionales o participar en la política. Todas estas ideas se basan en una supuesta «tendencia natural» del género femenino.

Si bien muchas de estas opiniones pueden parecer ridículas a la vista del desarrollo actual de las sociedades, todavía persisten teorías que sugieren que los comportamientos de hombres y mujeres están determinados por el sexo biológico.

Existen múltiples respuestas feministas a este tipo de argumentos. En 1869, John Stuart Mill argumentaba:

Suele ser verdad que lo no-natural es solo lo poco común y que todo lo que es usual parece natural… Niego que alguien sepa, o pueda saber, la naturaleza de los dos sexos, en tanto solo han sido observados en sus actuales relaciones el uno con el otro.

J. S. Mill, 1869: «Sobre el sometimiento de la mujer»

Muchas científicas feministas han señalado que los estudios detrás de las teorías deterministas son ejecutados de forma inadecuada, en parte porque deciden ignorar el componente social detrás de sus observaciones.

Las tres tesis del feminismo

Como se adelantó en la primera sección de esta entrada, a continuación se presentarán las tres principales tesis del feminismo. Estas tres tesis pueden ser encontradas en todas las formas del feminismo, aunque usualmente son interpretadas de distintas maneras (dependiendo del tipo de feminismo).

Las primeras dos tesis difieren radicalmente de la tercera, puesto que son afirmaciones sobre como es el mundo. En cambio, la tercera tesis es una afirmación sobre como debería ser el mundo.

I. La división social de género

Para todas las feministas, existe algo especial en la diferencia de género. Principalmente, el hecho de que existe, pero, más sustancialmente, el hecho de que es significante y tiene poder explicativo.

Es un lugar común notar que, hablando en términos generales, existe una diferencia biológica entre machos y hembras. Esta diferencia tiene un impacto sobre nuestra apariencia física y determina ciertas funciones biológicas (por ejemplo, la lactancia). De forma adicional, esta diferencia biológica suele estar acompañada por diferentes comportamientos y actitudes que se asocian y se esperan de hombres y mujeres.

La realidad biológica y sociológica de estas diferencias no puede ser negada razonablemente, y es un asunto fundamental para el feminismo porque el feminismo analiza y cuestiona las diferencias entre los géneros.

Al mismo tiempo, el feminismo cuestiona la idea de que la diferencia de género sea inevitable, inmutable o deseable. En específico, disputa la idea de que esta diferencia sea deseable porque es natural.

Para ello, el feminismo insiste en la distinción entre sexo y género, dos fenómenos que pueden ser analizados de forma independiente, pero que el discurso del patriarcado confunde y unifica. El sexo es la distinción biológica natural entre hembra y macho, mientras que el género es la categoría social (y, por tanto, abierta a problematización) que permite distinguir entre lo femenino y lo masculino.

Al distinguir entre sexo y género, el feminismo denuncia que mucho de lo que se atribuye a la biología es, en realidad, fruto de la cultura. En palabras de Simone de Beauvoir:

No se nace mujer, se llega a serlo.

Simone de Beauvoir

El mismo argumento, sin embargo, aplica para los hombres. Un niño debe aprender la masculinidad de la misma forma que las niñas aprenden la femineidad.

En última instancia, estas afirmaciones son liberadoras porque sugieren que no somos prisioneros de nuestra biología: es posible ser masculino o femenino sin ser, necesariamente, macho o hembra, respectivamente.

II. La existencia del patriarcado

A la tesis de la división de género se añade la tesis de la existencia del patriarcado. Lo que quiere decir, en pocas palabras, que la diferencia de género implica una desigualdad de género. Las mujeres sufren por la diferencia de género y los hombres se benefician de ella.

La existencia del patriarcado es una afirmación empírica sobre la posición de las mujeres y los hombres en la sociedad. Así como sucede con las demás tesis, esta tesis se ha desarrollado de diferentes formas dentro de la ideología del feminismo. Su versión más sencilla es aquella que se asocia con el feminismo liberal y que sostiene que existen desigualdades claras y medibles (ausencia de derechos legales, desigualdad en salarios, discriminación, desigual representación política, etc.)

La desigualdad en la representación política y la desigualdad salarial son, para muchas feministas, síntomas y causas del patriarcado. Dado que las mujeres tienen menos acceso a cargos de poder, es menos probable que puedan reformar las condiciones que permiten la existencia de salarios desiguales. Al mismo tiempo, en la medida en que las mujeres suelen recibir sueldos menores, sus intereses y carreras profesionales suelen estar subordinadas a las de los hombres.

El feminismo liberal tiene un enorme desafío por delante. A saber, el problema del fetichismo de la elección individual (ver arriba). En la medida en que el liberalismo defiende la elección como un valor central, los liberales tienden a justificar las desigualdades que son el resultado de las elecciones individuales. En este sentido, la elección funciona (en el liberalismo) como dispositivo para transformar un resultado desigual en un resultado justo.

Si la elección se define como la mera ausencia de coerción, el feminismo liberal se convierte en una ideología débil. En efecto, no puede ser distinguido del liberalismo a secas y, por tanto, pierde todo rasgo «feminista».

Como resultado, muchas feministas se alejan de la versión liberal del feminismo, que es ciega a las determinantes culturales que moldean las elecciones individuales, y optan por un análisis más radical y una crítica más profunda.

III. La necesidad de cambio

El feminismo está comprometido con la necesidad de un cambio. Una persona no puede ser feminista si no cree que la desigualdad de género (constatada por las dos tesis previas) es injusta y debe abolirse. El feminismo, por tanto, es un movimiento reformista o revolucionario.

El compromiso con el cambio, sin embargo, puede llevar a un gran número de disputas. Muchas de las injusticias que el feminismo denuncia están ubicadas en la esfera de los asuntos privados y, por ello, muchas mujeres y hombres pueden sentirse amenazados por los desafíos del feminismo.

Es imperativo que el feminismo articule su discurso sobre la necesidad de cambios de forma clara y persuasiva. Mientras que algunas reformas son poco controversiales (como, por ejemplo, la igualdad de derechos), otros cambios requieren algo más que modificaciones legales.

Incluso dentro de las diversas corrientes del feminismo existen disputas sobre materias controvertidas como, por ejemplo, la pornografía, las prácticas de belleza y la inclusión/exclusión de personas transgénero.

Una forma de pensar la necesidad de cambio dentro del feminismo es, justamente, pensar en qué tipo de acciones llevarían a reformar el estado del mundo descrito en las primeras dos tesis (la división social de género y la existencia del patriarcado).

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