
¿Hemos entrado en la era biopolítica? Foucault, Agamben y feminismo
“Hemos entrado en la era biopolítica (…)” anunció el filósofo italiano Franco Berardi el 11 de marzo de 2020, algunos meses después del primer brote registrado del virus COVID 19 y pocas semanas después de que esta nueva enfermedad alcanzará el nivel de pandemia global.
Junto a Berardi, pensadores como Byung-Chul Han, Agamben, Gustavo Yañez, Paul B. Preciado, entre otros, han escrito sobre el actual contexto de crisis sanitaria mundial empleando términos como “biopolítica”, “biopoder”, “biovigilancia”, por mencionar algunos. ¿De dónde proviene esta noción y cuáles son los alcances de este vocabulario?
Con la llegada de esta nueva cepa de coronavirus (COVID 19), el término “biopolítica” ha resurgido en el debate contemporáneo y se vuelve a posicionar como una categoría de análisis que pareciera tener mucho que ofrecernos.
Pese a esta nueva fama, actualmente el término “biopolítica” no tiene la reputación que solía tener durante la década de 1990 y a inicios de los años 2000. En sus inicios, la invención de esta nueva “agenda de investigación” representó un esfuerzo por explicar el desarrollo histórico de cuestiones tan diversas como el nacimiento, la muerte, la población, el medio ambiente y los métodos estadísticos en tanto problemas vinculados con la soberanía y los derechos.
¿Cómo podemos interpretar, entonces, la sentencia de Berardi? ¿Qué significa entrar en la “era de la biopolítica”?
La invención de la biopolítica: Foucault y Agamben
En sus conferencias dictadas entre 1975 y 1976, “Defender la Sociedad”, y en el primer volumen de su “Historia de la Sexualidad”, Michel Foucault introdujo el término “biopolítica” como se le conoce hasta el día de hoy.

Según Foucault, hacia finales del siglo XVIII el derecho soberano sobre la vida sufrió un cambio. Antes de este cambio, este derecho se manifestó a través de la pena de muerte y las ejecuciones públicas. Durante y después del siglo XVIII, sin embargo, apareció como la administración, mantención y prolongación de la existencia biológica colectiva.
Así, los Estados cambiaron la guillotina por políticas de salud dirigidas a la población y nuevos derechos políticos y sociales asociados a la extensión —indefinida— de la vida de sus ciudadanos.
Durante esta época, la salud de la población, el aumento de la tasa de natalidad, la promoción de un medio ambiente limpio y la recolección de datos sobre estos problemas se transformaron en asuntos políticamente relevantes.
En este sentido, la “biopolítica” se trata del conjunto de discursos, instituciones y políticas que emergen de la redefinición de la vida política. Específicamente, la convergencia de la biología y la política, así como la retórica de la administración de este nuevo dominio.
Cada vez con más fuerza, el poder soberano se interesó por la salud de la población, tratando a los ciudadanos como “mera vida biológica”.
A partir de las décadas de 1980 y 1990 varios pensadores contemporáneos se tomaron muy en serio la tarea de reconsiderar los derechos y la soberanía desde una perspectiva biopolítica y profundizaron el trabajo de Foucault. En general, existen tres asuntos que han tomado un rol central en esta discusión:
- La muerte como un problema biopolítico (no solamente político).
- La regulación biopolítica del comportamiento sexual como asunto de salud pública; y
- La regulación biopolítica de la reproducción.
Giorgio Agamben ha trabajado extensamente el primero de estos asuntos. A saber, la biopolítica de la muerte. Este filósofo italiano es considerado uno de los pensadores más influyentes después de Foucault en el campo de la biopolítica.

Su trabajo se centra, principalmente, en la forma en la que la biopolítica borra los límites entre las estructuras políticas liberales y totalitarias, así como transforma la muerte en un problema de salud de la población.
La filosofía política de Agamben difumina la línea entre las clásicas divisiones “izquierda-derecha” o “liberal-autoritario” y apunta a que el principal problema de todos los gobiernos (democráticos o totalitarios) es el de organizar estructuras para el cuidado, control y uso de la mera vida.
Según este punto de vista, la concesión de derechos liberales es, por definición, la transformación de problemas biológicos en problemas políticos. Asimismo, Agamben sostiene que la teoría democrática se caracteriza por la prominencia de discursos e instituciones cuyo propósito es la administración invasiva de la vida o la eliminación de determinadas poblaciones.
La crítica feminista y los nuevos desarrollos de la biopolítica
Para las teóricas del feminismo, sin embargo, la idea de que la teoría democrática y los derechos son intrínsecamente biológicos (inscritos en determinados cuerpos) no es sorprendente. En efecto, la larga trayectoria del feminismo en temas vinculados al cuerpo, la sexualidad y el género encajan perfectamente en este “nuevo” campo de investigación.

El feminismo se encargó de desarrollar estos últimos temas en mayor medida que el asunto de la muerte. Autoras como Ann Stoler, por ejemplo, consideraron de mayor interés el rol de la biopolítica en la regulación del comportamiento sexual y reproductivo, así como en la producción política de cuerpos o identidades corporales sobre las que se adscriben géneros, sexos y razas.
De esta forma, el feminismo amplió, profundizó y complementó la agenda de investigación de la biopolítica, estudiando las implicaciones de la regulación sexual y reproductiva como mecanismos para la construcción de determinados cuerpos e identidades.
Si Agamben estuvo fascinado con la muerte, los estudios biopolíticos del feminismo están, más bien, fascinados con la vida. El feminismo sugirió que las subjetividades políticas son el producto de los discursos pronatalistas, de regulación sexual, de higiene y de mantención de los cuerpos.
En términos generales, la crítica feminista al campo de estudios de la biopolítica “clásica” se puede sintetizar en tres categorías. En primer lugar, un cuestionamiento al énfasis sobre la sexualidad y la reproducción a expensas de temas como género y femineidad. En segundo lugar, el feminismo criticó lo que parecía ser una especie de temor al cuerpo en quienes, como Agamben, asociaban la biopolítica a la regulación totalitaria de la “mera vida”. Finalmente, una tercera crítica fue formulada en torno a la idea de cuerpo como el único lugar de regulación biopolítica o de la vida material.
Los aportes de las teóricas feministas al campo de la biopolítica son numerosos y de lo más variado. Sin embargo, esto no quiere decir, necesariamente, que la biopolítica tiene un futuro feminista o que el feminismo tiene un futuro biopolítico. Ambos campos de estudio pueden ser considerados de forma independiente, pese a que los puntos de encuentro sean innumerables.
Los avances tecnológicos del siglo XXI en materias biológicas, en conjunción con la aparición de nuevas amenazas para la vida (como la pandemia del COVID 19), parecen abrir cada día nuevas posibilidades para este campo de investigación.
La biopolítica es un campo de investigación fértil que puede ayudarnos a comprender cuestiones tan importantes como la vida, la muerte, la reproducción, el género, la sexualidad, así como las leyes y políticas que imponen restricciones sobre todas ellas.