¿Qué es la Social Democracia?

La propuesta de construir un gobierno «Socialdemócrata» tiene sus orígenes en una época de intenso conflicto social y polarización ideológica. Por ello, esta ideología política se percibe usualmente como un punto medio entre el capitalismo y el socialismo. En este sentido, la social democracia surge como un compromiso pragmático que suelen adoptar quienes se oponen a la desregulación total de la economía y, al mismo tiempo, defienden mecanismos de control democráticos sobre la dirección del Estado.

Los socialdemócratas se caracterizan por rechazar la influencia que tienen las fuerzas de mercado sobre la erosión de los vínculos comunitarios, la creación de desigualdad social y la tiranía de los poderes económicos. Así, suelen abogar por un rol activo del gobierno democrático en la regulación de determinados aspectos de la economía.

Así, la Social Democracia puede definirse como una ideología que promueve el uso de mecanismos democráticos para extender los principios de igualdad y libertad en la organización de la vida económica y social. Al hacerlo, se opone a la desigualdad y opresión que suele crear el capitalismo desregulado.

Orígenes del Pensamiento Social Demócrata

Lo que aquí llamamos «Social Democracia» tiene su origen histórico en los movimientos obreros de finales del siglo XIX en Europa, en países como Inglaterra, Francia, Alemania y Suecia.

Estos movimientos políticos obreros aparecieron en el contexto de economías de rápida industrialización y la lenta emergencia de regímenes democráticos liberales. En dicho contexto, los elementos politizados de la clase obrera se organizaron en partidos y sindicatos para representar y defender sus intereses.

Influenciados por el pensamiento liberal, republicano y (más notoriamente) el marxismo y el «socialismo utópico», los primeros socialdemócratas adoptaron una forma de constitucionalismo flexible que pretendía profundizar los ideales socialistas sin recurrir a una «dictadura revolucionaria».

En otras palabras, los movimientos socialdemócratas renunciaron a la vía armada para la modificación de la estructura social y política, adoptando un enfoque reformista. En este ideario, postularon que era posible alcanzar un orden social cooperativo por medio de la profundización de la democracia y la introducción de nuevas leyes.

Así, la socialdemocracia se distanció del marxismo clásico al rechazar la tesis de la «lucha de clases» y proponer un movimiento político de «alianzas entre clases» que pudiese llegar al poder de manera pacífica.

Se considera que Suecia es el primer caso exitoso de la implementación de un gobierno Socialdemócrata. Desde 1932 hasta 1976, el Partido Socialdemócrata Sueco (SAP) ganó más del 40% de los votos y gobernó de forma continua. Durante su mandato, el SAP construyó alianzas entre las distintas clases sociales e implementó una serie de políticas económicas de bienestar social.

Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) los parámetros de la socialdemocracia habían sido puestos en su lugar:

  • Compromiso con la democracia parlamentaria como alternativa a la insurrección violenta para promover reformas al sistema capitalista;
  • Estrategia de coalición de clases sociales para llegar al poder por medio de la votación popular; y
  • Alcanzar una sociedad igualitaria por medio de la legislación y las políticas de gobierno.

La Época Dorada de la Socialdemocracia

A menudo se dice que las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron la «época dorada» de la Socialdemocracia. En la medida en que Europa se recuperaba de la destrucción y violencia de los años precedentes, la región fue el escenario de cambios políticos y económicos importantes.

El trauma producido en la década de 1930 por la crisis del capitalismo desregulado impulsó la construcción de un arreglo social más estable y justo. Los esfuerzos de los Estados europeos durante los seis años que duró la guerra demostraron su capacidad para ejercer control sobre el mercado.

Los ideales socialdemócratas de garantizar el pleno empleo, los salarios justos y la regulación del mercado laboral impregnaron el debate político de la época y –en conjunto con las políticas económicas de redistribución, aumento del gasto público y el cobro de impuestos progresivos- moldearon lo que hoy se conoce como «Estado de Bienestar».

El Estado de Bienestar construido sobre estas bases otorgó a los ciudadanos europeos nuevos derechos de acceso a recursos materiales y servicios sociales que complementaron y reforzaron los derechos políticos y civiles adquiridos durante el siglo XVIII y XIX.

Estos nuevos derechos no estuvieron condicionados al éxito personal en la economía de mercado, ni a la situación de clase social. Es por ello que se habla de la implementación de derechos sociales universales, cuyo objetivo era alcanzar una sociedad más igualitaria.

Así, durante esta «época dorada», las aspiraciones de la Socialdemocracia pueden ser resumidas en seis (6) grandes objetivos:

  1. La defensa de la libertad y la democracia;
  2. La oposición a la pobreza material producida por el capitalismo;
  3. La preocupación por los más necesitados, oprimidos o desafortunados;
  4. Un compromiso con la igualdad y una sociedad sin clases;
  5. El rechazo a la competencia y la promoción de la cooperación fraternal; y
  6. La protesta en contra de las ineficiencias provocadas por el capitalismo (particularmente el desempleo masivo).

Aun cuando durante estas décadas la Socialdemocracia se distanció notablemente de la doctrina socialista ortodoxa, permaneció siempre crítica de la desregulación del mercado y sus efectos perversos.

De crisis en crisis

Durante la década de 1970, la Socialdemocracia europea entró en una crisis ideológica de la cual le ha costado recuperarse. Durante este periodo, las ideas socialdemócratas fueron puestas en cuestión y los países que adoptaron sus políticas se vieron forzados a modificar su estilo de gobierno.

Hacia finales del Siglo XX, y en el contexto de economías industrializadas más maduras, una nueva ola de pensadores liberales manifestaron preocupación por las formas en las que las instituciones del Estado de Bienestar limitaron la autonomía individual y el libre mercado.

Frente a esta arremetida neoliberal, la «Nueva Izquierda» se centró en la radicalización de la socialdemocracia por medio de la democratización de la economía, la profundización de las políticas de igualdad de género y la introducción de nuevas políticas ecológicas.

Con todo, el lento crecimiento económico, el aumento de la inflación y otros factores asociados a una nueva crisis económica socavaron la legitimidad del modelo socialdemócrata.

De esta manera, las décadas posteriores a la década de 1980 estuvieron dominadas a nivel global por la retórica neoliberal de reducción de la intervención estatal, desregulación de la economía y privatización de las empresas públicas.

Intelectuales como F. A. Hayek y Milton Friedman criticaron severamente el modelo socialdemócrata y promovieron activamente la economía de libre mercado como la mejor vía para alcanzar la libertad individual. Argumentaron, entre otras cosas, que el crecimiento económico podría ser restituido si se limitaban las intrusiones del Estado sobre el mercado.

Esta nueva doctrina de política económica cobró fuerza entre las décadas de 1980 y 1990 y desplazó el discurso socialdemócrata en el debate público global.

En función de este nuevo contexto global, hacia finales del siglo XX e inicios del siglo XXI emergió una nueva forma de socialdemocracia que buscó acomodarse al neoliberalismo imperante. Esta socialdemocracia renovada se enfocó, principalmente, en la relación entre la eficiencia económica y la igualdad social.

Al incorporar las nuevas «reglas» del neoliberalismo -que impiden cualquier forma de intervención sobre el mercado- el espacio de acción de la socialdemocracia se vio reducido.

Aún así, las victorias del neoliberalismo no destruyeron por completo el programa de la socialdemocracia. Ante el nuevo escenario global, los socialdemócratas reorientaron sus objetivos y apuntaron a dinamizar la economía por medio del gasto público estratégico en educación, capacitación, infraestructura e investigación. Vale decir, por medio de la implementación de políticas de inversión social.

La reducción de la desigualdad social y de la pobreza a través de la creación de un Estado de Bienestar siguió siendo una prioridad para la socialdemocracia. Sin embargo, la estrategia de beneficios universales para los trabajadores fue reemplazada por una estrategia de reducción del desempleo y la provisión de incentivos para participar en el mercado laboral.

En síntesis, la «nueva socialdemocracia» del siglo XXI es el producto del acoplamiento de los ideales de la socialdemocracia de la «época dorada» con el neoliberalismo. Vale decir, la aceptación de una economía capitalista de libre mercado en conjunción con el uso de los recursos públicos del Estado para disminuir las desigualdades que esta produce.

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