
Pospolítica: La democracia del consenso y sus paradojas
Dondequiera que uno mire se anuncia el triunfo de la democracia por sobre las formas totalitarias y autoritarias de gobierno. Es un triunfo doble. En primer lugar, es un triunfo de la soberanía popular como forma más justa y efectiva de régimen político. En segundo lugar, es el triunfo de la democracia como práctica legítima de organización social.
El estado idílico de la democracia generalmente se asocia con la «política de los consensos». Sin embargo, estrictamente hablando, este es un término contradictorio que sólo puede ser explicado si nos adentramos en las paradojas del discurso democrático contemporáneo.
Hoy en día, la democracia ha renunciado al ideal del «poder del pueblo» en favor de las condiciones que garantizan los grandes acuerdos sobre las formas jurídicas y políticas. Adicionalmente, la democracia experimenta una de sus más grandes crisis: la erosión de la representación parlamentaria y la desafección ciudadana.
El estado actual de la política -que autores como Rancière, Crouch, Offe y Mouffe han llamado «pospolítica»- presenta dos grandes paradojas. La primera paradoja es que el triunfo de la democracia (representativa) ha sido acompañado por una reducción de la democracia (directa o participativa). En consecuencia, aparece una segunda paradoja: la forma privilegiada de «hacer política» actualmente es la desafección o insensibilidad frente a las instituciones representativas.
¿Qué podemos entender por democracia en la era posdemocrática?
Según Jacques Ranciére, la democracia no se trata de un conjunto de instituciones o un tipo de régimen político entre otros. No es el sistema parlamentario o la legitimidad del Estado, ni es el gobierno de las masas. ¿De qué se trata entonces? En rigor, la democracia es la disrupción de un determinado orden de distribución social. En otras palabras, la disrupción del orden policial.

Se trata, entonces, de un mecanismo de subjetivación. Una forma específica de aparición del pueblo. Este «pueblo» tiene algunas características que le son propias y que permiten identificarlo con claridad. No es la suma de la población de una sociedad, sino que aquella parte de la sociedad «que no tiene parte». La democracia la hacen los excluidos y marginados. Justamente aquellos que no se encuentran representados.
La política, por tanto, tiene lugar en la disputa entre el orden establecido (status quo) y quienes buscan reconfigurar dicho orden. Hay democracia allí donde aparece un pueblo (que no es parte del aparato del Estado ni de la sociedad) que busca disputar y desplazar las identidades ya consolidadas.
En síntesis, la democracia no es un régimen de vida social. La democracia es la institución misma de lo político. Es el sistema de mecanismos que permiten socavar la distribución dada de funciones sociales. En este sentido, toda política es democrática porque toda política confronta la lógica policial con la lógica de la igualdad.
¿Por qué hablar de Posdemocracia?
El término «posdemocracia» se emplea con el propósito de denunciar o poner en evidencia las paradojas de lo que llamamos democracia. Igual que «pospolítica», el término pone énfasis en las prácticas consensuales que legitiman las instituciones representativas formales. En otras palabras, posdemocracia es la legitimación de la democracia «después» del pueblo o «sin» el pueblo. Una democracia que ha eliminado la aparición y la disputa del campo de acción política.

De esto es de lo que se habla cuando se habla de la democracia del consenso. Es una democracia en la que los individuos razonables reconocen sus posibilidades y negocian entre ellos para lograr sus objetivos, como alternativa preferible al conflicto. Así, el modelo del consenso presupone la existencia de partidos, cuyas aspiraciones son igualmente legítimas.
En palabras de Rancière, la posdemocracia es la desaparición de la política de aparición. Es la desaparición del conflicto y, por sobre todo, es la desaparición de la política misma.
En los regímenes posdemocráticos, la opinión desaparece detrás de los procedimientos de conteo (de votos). Los ciudadanos desaparecen detrás de sus representantes. Y los excluidos y marginados desaparecen en la ausencia de representantes o de votos.
En la era posdemocrática nada puede suceder a nombre del «pueblo» porque no hay pueblo. Lo que hay es un elaborado detalle de las opiniones e intereses de todas las partes. La posdemocracia es la simulación de la democracia. Le da a cada persona una identidad fija, una posición fija, y articula sus diferencias mediante la negociación de intereses particulares, evitando el conflicto a toda costa.
En definitiva, la posdemocracia prescinde del demos (pueblo), reemplazándolo por los principios técnicos de la necesidad económica y el imperio de la ley.
Estado, capitalismo y pospolítica
En la época de Marx, decir que los gobiernos son meros agentes de negocios para el capital internacional era polémico. Hoy en día, es un hecho con el que «liberales» y «socialistas» pueden estar de acuerdo. El hecho de que la política se ocupe de la administración del capital ya no es un secreto vergonzoso que se esconde tras las «formas» de la democracia: es la verdad abiertamente declarada por medio de la que nuestros gobiernos ganan o pierden legitimidad.

La autoridad del Estado en las sociedades contemporáneas depende de la capacidad que tiene para establecer el territorio fértil de la prosperidad económica. Este es el fino hilo del que pende el vínculo de la comunidad política. De aquí proviene la necesidad de un Estado mínimo o un Estado vacío. Se trata, pues, de un mecanismo que permita gestionar recursos adecuadamente. En esta materia no cabe lugar para el desacuerdo entre partidos de izquierda y de derecha.
En el mundo posdemocrático existe una línea invisible que separa el mundo privado (del ruido y la desigualdad económica), por un lado, de la esfera pública (del uso de la razón y la igualdad política), por el otro lado. Así, la exclusión puede ser simbolizada como la relación que existe entre ambas esferas, unificadas en una sola bajo el modelo del consenso.
En el modelo del consenso todos están incluidos de antemano. La opinión de cada individuo cuenta, todos tienen los mismos derechos y todos los partidos se enfrentan en igualdad de condiciones en el campo electoral. La barrera que separa a los excluidos de los incluidos ha sido sustituida por un continuo, una gradación que va desde arriba hacia abajo. La exclusión de los «sin parte» no puede ser denunciada, porque los sin parte no forman parte de este continuo.
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