
Los Totalitarismos y sus artefactos
La aparición de los regímenes totalitarios de gobierno es, sin lugar a dudas, uno de los fenómenos políticos más interesantes del Siglo XX. Los casos paradigmáticos de totalitarismo son el Tercer Reich bajo la tutela de Adolf Hitler en Alemania (1933-1945) y el gobierno de Iósif Stalin en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1924-1953). ¿Qué distingue al fenómeno del totalitarismo de otros regímenes políticos? ¿Por qué no se puede decir que el totalitarismo es una forma encolerizada de autoritarismo o despotismo?
En este artículo te presentamos las características esenciales de los regímenes totalitarios.
El gobierno totalitario resulta diferente a las dictaduras y las tiranías en un sentido cualitativo. El totalitarismo no puede ser entendido como una radicalización de los atributos de los gobiernos tiránicos o despóticos. Más bien, el totalitarismo está definido por un conjunto de características que le son propias. Entre ellas, destacan:
- Su capacidad movilizadora y el uso de propaganda;
- Sus formas específicas de represión;
- El control total del aparato del Estado; y
- El control total sobre la vida privada
Estos atributos no son suficientes para describir la complejidad de los autoritarismos. Sin embargo, corresponden a las características que más los distinguen de otros tipos de regímenes. A continuación, se abordan estas cuatro dimensiones:
Capacidad de movilización
Uno de los rasgos más sorprendentes de los regímenes totalitarios es que, en ellos, la obediencia individual no es suficiente.

A diferencia de las dictaduras, el objetivo final de los totalitarismos no es la sumisión pasiva, sino que la dominación total.
Una de las consecuencias de la persecución de la dominación total es la supresión de la identidad individual y la identificación del sujeto con el colectivo:
“…sabes muy bien que puedo detectar tus mentiras, dime ¿cuáles son tus verdaderos sentimientos hacia el Gran Hermano?
-Lo odio.
-Lo odias. Bien. Entonces debes dar el próximo paso. Debes amar al Gran Hermano. Obedecerlo no es suficiente; debes amarlo.”
1984. G. ORWELL
Como se plasma en este pasaje de la novela «1984» de Orwell, la dominación totalitaria se dirige a la identificación del individuo con el Partido, con el líder, con el todo como un único organismo. El ciudadano debe estar dispuesto a sacrificarse por la causa del Partido y detrás de esta necesidad totalitaria se encuentra la idea del progreso de la humanidad como especie.
En el caso del Nacional Socialismo alemán este progreso se identificó con el mejoramiento de la raza, mientras que en el caso soviético con la superación de la lucha de clases.
En vista de lo anterior, la movilización de las masas es un elemento clave para la estructura del régimen totalitario. En este contexto, los individuos marginados de la sociedad, las clases bajas y desamparadas o excluidas se convierten en los miembros más fanáticos de la lucha del movimiento. La doctrina ideológica que proporciona el partido o el movimiento se transforma rápidamente en el «sentido de vida» de los nuevos miembros reclutados, que se identifican con la causa.
Uso de propaganda
Otro aspecto fundamental a considerar en el análisis de la movilización totalitaria es el rol de la propaganda. Los medios de comunicación de masas como la radio, los diarios, revistas, cine, teatro, entre otros, fueron la punta de lanza que utilizaron los movimientos totalitarios para ganarse el afecto de aquellos individuos marginales, personas no adoctrinadas o escépticas.

La propaganda ideológica utilizada tanto en la URSS stalinista como en la Alemania Nazi se sustentaba en una visión pseudo científica de progreso histórico.
Por ejemplo, Hitler fue muy hábil al combinar su personalidad carismática y talento discursivo con el desarrollo tecnológico de la época. La acertada visión propagandistica de Goebbels inspiró la masificación de la radio en Alemania. Su propósito era que cada alemán pudiese escuchar al Führer en cualquier lugar y en cualquier momento.
Desde luego, el fanatismo, la propaganda y la movilización de las masas no son los únicos artefactos de dominación totalitaria.
Formas específicas de represión y control total
En su ascenso al poder los movimientos totalitarios recurren frecuentemente a las tácticas persuasivas y afectivas anteriormente mencionadas. Sin embargo, una vez alcanzado el poder del Estado, este es utilizado como un instrumento para reprimir a los enemigos del Partido.

Esto no quiere decir que los recursos de movilización dejen de tener importancia, sino que forman parte de una estrategia dual de conversión. La lealtad al régimen se logra tanto por medio de la afección fanática como del terror.
El control total de los ciudadanos por parte del Estado se asegura mediante diversas estrategias de infusión de miedo y atomismo social. El objetivo principal es la supresión total de cualquier espacio de libertad y de individualidad. Los ciudadanos aceptan voluntariamente su pertenencia a la sociedad totalitaria o se ven forzados a integrarse a la misma.
Los principales mecanismos totalitarios de control social represivo son la policía y la inducción al atomismo social.
El Estado totalitario reconoce permanentemente a un enemigo social objetivo (los judíos, débiles, e impuros para los nazis; el capitalismo y los contrarrevolucionarios para Stalin). De esta manera controla al individuo por medio del temor.
Puesto que en los regímenes totalitarios el Estado controla todos los aspectos de la vida social al tiempo que suprime la vida privada, es capaz de delinear el comportamiento socialmente deseado. Quien no actúa de la manera deseada es considerado enemigo y debe ser reprendido. Dado que el Estado mantiene un sistema constante de vigilancia por medio de la policía y policía secreta, el deseo de ser identificado como “amigo del régimen” puede llevar a los individuos a denunciar a las personas cercanas a ellos e incluso a sus familiares como “enemigos” del régimen.
Tanto la denuncia como la confesión se instituyen como comportamientos socialmente deseables para el Estado y, por lo tanto, medios de supervivencia para los ciudadanos. El constante temor a ser denunciado por una persona cercana produce un estado de perpetua desconfianza que culmina con el atomismo social. Los individuos renuncian a su libertad individual con el propósito de formar parte de un “todo” y una vez insertos en el todo se encuentran completamente aislados, incapaces de confiar en alguien.
En un Estado totalitario perfecto la policía se torna un recurso innecesario puesto que la vigilancia se produce horizontalmente.
Campos de concentración
Un mecanismo particular de control social totalitario, y el más brutal, es el campo de concentración.

La existencia de campos de concentración funciona tanto como un incentivo para la sumisión de los ciudadanos como un laboratorio experimental para las formas de dominación total. Tanto en la Alemania de Hitler como en la URSS de Stalin, los campos de concentración cumplían una función social y política similar. En ellos se retenía a los disidentes políticos como a los grupos sociales considerados indeseables. Para los nazis, en particular, fueron el principal método de exterminio de la población judía.
Según Hannah Arendt, teórica política contemporánea, los campos de concentración son la “institución más consecuente de la dominación totalitaria” (2003, p. 656). Esto se debe a que son instituciones que funcionan bajo principios como la negación de la existencia, de la dignidad, de la humanidad y, en resumen, la negación del individuo.
Los principales tipos de campo de concentración son tres: los campos de trabajos forzados, los campos de material humano explotado y los campos de aniquilamiento.
Los campos de concentración representan la forma más brutal de dominación totalitaria y la verdadera esencia de la pretensión totalitarista del dominio total.
Resumen
En síntesis, los regímenes totalitarios son un fenómeno político que emerge a mediados del siglo XX como un nuevo tipo de gobierno nunca antes experimentado por la humanidad. El totalitarismo es cualitativamente distinto de la tiranía o el despotismo. Mientras que el régimen despótico se conforma con la obediencia, los regímenes totalitarios interpelan a los ciudadanos para que realicen un acto de fe en el movimiento del Partido único.
Requieren de un compromiso voluntario, o en su defecto de una participación activa desencadenada por el terror. En esta interpelación el totalitarismo presenta un arsenal particular de métodos tanto apelativos como coercitivos. Entre ellos destacan la propaganda, el fanatismo ideológico, la supresión de la vida privada, la represión policial, el atomismo social, y los campos de concentración.
Los campos de concentración se presentan como la máxima expresión de las pretensiones de dominación total del régimen. La pretensión última del totalitarismo, como máxima expresión del poder, es la dominación de la mente del hombre. La dominación no de sus actos, sino que de sus pensamientos. La extinción de cualquier asomo de libertad e individualidad es la mejor evidencia de la lealtad.