La lucha que une a las cuatro escuelas conservadoras
¿Cuál es la actitud que define al pensamiento conservador? El diccionario de Oxford Languages, por ejemplo, indica que el conservadurismo es:
«una doctrina política que defiende el mantenimiento del sistema de valores políticos, sociales y morales tradicionales y se opone a reformas o cambios radicales en la sociedad».
Sin embargo, esta definición se queda corta y es insuficiente para entender la verdadera ideología política que defiende el conservadurismo. En base a esta definición, pareciera ser que el conservadurismo es una posición política reactiva y que tiene poco que ofrecer más allá de la defensa del statu quo.
Quien piensa que el conservadurismo puede limitarse a una actitud de miedo y oposición al cambio y que no ofrece una alternativa política propia, se engaña. El conservadurismo no es una «anti-ideología» política inspirada por el interés propio y el deseo de oponerse a los cambios sociales, como suele creerse.
Muy por el contrario, la actitud conservadora posee un contenido ideológico propio y promueve una alternativa positiva al pensamiento progresista, fundada en suposiciones básicas sobre la naturaleza de la condición humana.
¿Qué significa ser conservador?
Ser conservador significa defender la limitación de la actividad política y oponerse a la creencia de que el cambio político y social radical es deseable.
El conservadurismo se consolidó como posición política después de la Revolución Francesa (1789). Es, en pocas palabras, una reacción ante el excesivo optimismo de la época sobre la capacidad que tiene la acción política para ordenar racionalmente los fundamentos de la sociedad.
En oposición a esta creencia, el pensamiento conservador sostiene que el poder político no puede ser comprendido como un instrumento benigno de transformación al servicio de fines deseables. A diferencia de otras formas de pensamiento político, los conservadores no creen que la naturaleza humana sea maleable o que la humanidad sea capaz de conducir la historia (premeditadamente) hacia una sociedad ideal.
Ser conservador significa, entre otras cosas, aceptar que la corrupción y la maldad no son rasgos contingentes de la existencia humana y que, por lo tanto, la opresión social no puede ser eliminada.
Edmund Burke (1729-1797), uno de los fundadores de la tradición del pensamiento conservador, pensaba que, en lugar de transformar la sociedad para mejor, los intentos de actuar sobre la base de las ideas progresistas concluirían en la destrucción de los vínculos sociales espontáneos.
Para Burke, quienes no son capaces de aceptar la naturaleza humana -en un intento por transformar la sociedad existente en una sociedad ideal- inevitablemente la conducirán a una nueva forma de despotismo que puede llegar a ser incluso más hostil al ideal de libertad de lo que fue el ancien régime.
Las cuatro escuelas del pensamiento conservador
Para poder evitar la concentración de poder y su ejercicio arbitrario por parte de las modernas fuerzas radicales, el conservadurismo busca limitar el alcance de las acciones políticas. Para hacer esto, identifica aquellas fuentes de conflicto y tensión que son inevitables en la historia de la humanidad.
Aun cuando esta preocupación esta en el corazón de cualquier forma de pensamiento conservador, es posible identificar cuatro variantes del conservadurismo. Estas son las cuatro escuelas del pensamiento conservador:
- La escuela reaccionaria;
- La escuela radical;
- La escuela moderada; y
- La Nueva Derecha.
1. La escuela reaccionaria
La escuela reaccionaria representa la forma de conservadurismo que se opone más fuertemente al pensamiento progresista y radical que caracteriza a la época moderna.
Sería tentador tratar de definir a esta escuela simplemente por su oposición al progresismo y su búsqueda por retornar a la «era dorada» previa a la revolución. Sin embargo, esto implicaría ignorar su principal propuesta. A saber, la idea de que ninguna sociedad puede sobrevivir a menos que sus instituciones políticas estén ancladas en un consenso sobre los valores morales y religiosos.
Dado que las democracias modernas poseen gobiernos seculares, inevitablemente destruyen el tipo de control espiritual y moral que la religión tiene sobre la ciudadanía. Para los conservadores reaccionarios esto es un problema, puesto que deja a las democracias en una especie de «vacío espiritual» que es la consecuencia de un falso optimismo sobre la capacidad de la humanidad para abandonar la religión y alcanzar la felicidad por medio de la acción política.
Otros pensadores conservadores dentro de esta tradición han dirigido sus críticas no solo a la ausencia de control religioso, sino que también a los efectos perversos que tiene el capitalismo sobre los valores sociales. Señalan, por ejemplo, que el capitalismo es un sistema económico que privilegia una ética despiadada de egoísmo e individualismo que hace difícil alcanzar un consenso valórico.
Así, acusan que el capitalismo simplemente ha reemplazado la vieja forma de opresión de la aristocracia por una nueva forma de opresión a cargo de una plutocracia empresarial.
Una tercera crítica del conservadurismo reaccionario al mundo moderno se encuentra en la esfera cultural y denuncia que el ideal igualitario de la democracia ha servido para bajar los estándares educacionales. Esto, a su vez, hace imposible la mantención y transmisión de la herencia cultural de una nación hacia sus nuevas generaciones.
2. La escuela radical
La escuela radical del conservadurismo se encuentra en el extremo opuesto de la escuela reaccionaria. Los miembros de esta escuela sostienen que el conservadurismo debe aceptar la democracia moderna en lugar de ser hostil ante la sociedad de masas.
Esto se puede hacer si se conduce a las masas detrás de líderes que rechacen el compromiso de los liberales con las instituciones parlamentarias y, también, que rechacen el énfasis del socialismo en la lucha de clases.
En cambio, los líderes políticos del conservadurismo radical buscan el apoyo ciudadano apelando a la construcción de un sentimiento nacionalista.
De esta forma, si el conservadurismo reaccionario se construye «desde arriba», el conservadurismo radical busca erigirse «desde abajo», como un movimiento político apoyado en las masas.
De forma paradójica, si se quiere, el conservadurismo radical busca conciliar el pensamiento conservador con una época histórica marcada por las revoluciones. Así, postula un sistema de pensamiento «conservador y revolucionario» que permita garantizar la continuidad del orden tradicional. En pocas palabras, busca alcanzar objetivos conservadores por medio de acciones revolucionarias.
El conservadurismo radical rechaza la democracia parlamentaria en favor de la involucración directa de las masas en la política, mediante discursos de carácter populistas y nacionalistas.
Aun cuando algunos líderes intelectuales de esta ala del conservadurismo mantuvieron relaciones estratégicas con el fascismo y el nacional socialismo en la época entre guerras, sería un error confundir al conservadurismo radical con estos movimientos políticos. En especial porque el conservadurismo radical no tiene ninguna simpatía por el racismo.
3. La escuela moderada
Mientras que el conservadurismo reaccionario se compromete con un ideal social estático y el conservadurismo radical con la movilización activa de la población, la escuela moderada se compromete con un Estado limitado por el imperio de la ley, las instituciones representativas y los equilibrios de poder dentro del marco de la constitución.
A pesar de que esta escuela tiene mucho en común con el pensamiento liberal, se diferencia de este porque rechaza los conceptos abstractos y racionalistas que suelen emplear los pensadores liberales para teorizar.
Burke, por ejemplo, sostiene que la fuente del orden social es la estructura divina del universo creado por Dios. Por ello, piensa que la mejor constitución política posible es aquella que se deriva del orden espontáneo que es coherente con los patrones de la naturaleza. Para Burke, por tanto, la correspondencia entre el orden político y el orden natural es fundamental.
Sin embargo, esta posición es problemática porque Burke asume (dogmáticamente) conocer el plan divino para la humanidad y asume que las jerarquías sociales y políticas son una parte inevitable de este plan.
Otros pensadores conservadores moderados fueron menos ambiciosos en sus afirmaciones sobre la divinidad. Sin embargo, también propusieron una visión orgánica de la sociedad. Benjamin Constant (1767-1830), por ejemplo, pensaba que el orden social tendía naturalmente hacia la armonía, siempre y cuando fuera supervisado por una aristocracia «natural».
Samuel Coleridge (1772-1834) fue más crítico con Burke e insistió en que esta visión orgánica de la sociedad solo era plausible si se tomaban en consideración las demandas democráticas por una reforma política. Por tanto, el orden social al que aspiraba el conservadurismo solo podría aparecer si el Estado adoptaba una actitud más intervencionista.
4. La Nueva Derecha
Fue en respuesta a este tipo de conservadurismo (aquel que era más favorable a la intervención estatal) que, durante la década de 1970, la Nueva Derecha adquirió mayor influencia.
La Nueva Derecha estaba preocupada de que las democracias parlamentarias fueran reemplazadas por sistemas corporativistas en los que priman las negociaciones entre el gobierno, las industrias y los sindicatos. Adicionalmente, le preocupaba el aumento de la presencia del Estado en la economía nacional, el aumento de la inflación y la dependencia de la ciudadanía respecto de las políticas de bienestar social.
Ante lo que se denunció como la pérdida de la «identidad conservadora», aparecieron nuevos intelectuales con diversas respuestas. La primera versión de la Nueva Derecha se caracterizó por la búsqueda de reformular el ideal de la sociedad orgánica, reestableciendo sentimientos nacionalistas y abogando por la centralidad de la acción política.
Una segunda versión de la ideología de Nueva Derecha se formuló en torno a la defensa del libre mercado, en lugar de la defensa de la identidad y cultura nacional. El pensador más influyente de esta corriente fue Friedrich Hayek (1899-1992), a pesar de que él mismo insistía en no ser conservador.
Finalmente, una tercera formulación de la Nueva Derecha intentó superar la crisis del conservadurismo tratando de revivir el ideal de «asociación civil originaria» formulado por Thomas Hobbes (1588-1679). De esta manera, su proyecto político buscaba construir una solidaridad social que no dependiera de valores compartidos, sino que del mutuo reconocimiento entre hombres y mujeres civilizados.
En breves palabras, esta tercera formulación de la Nueva Derecha pretendía fundar un Estado fuerte pero pequeño, en el que lo poco que no fuera privatizado estuviera administrado de forma centralizada.
El corazón del pensamiento conservador
Como se ha observado anteriormente, a pesar de las múltiples diferencias y de la variedad de corrientes que existen dentro de la familia del pensamiento conservador, es posible identificar elementos transversales a esta ideología.
Al unir estos distintos elementos podemos obtener una visión general del conservadurismo, definido por su crítica al racionalismo y a las ideas que exageran la capacidad humana para moldear la realidad y el orden social a voluntad. Además, el conservadurismo es crítico de la tendencia a tratar el poder del Estado como un fenómeno benigno y como un instrumento para la promoción del bienestar humano.