El Método Comparado en las Ciencias Sociales
El método comparado o el análisis comparativo es una de las metodologías más conocidas y empleadas en las Ciencias Sociales. En Ciencia Política, ya se trate de estudios cuantitativos o cualitativos, es una de las vías predilectas para conducir una investigación. ¿De qué se trata este método? ¿Por qué usarlo? ¿Cómo usarlo?
Estas y otras preguntas han sido respondidas por Giovanni Sartori (1924-2017), uno de los Cientistas Políticos más influyentes de la disciplina, en Comparación y Método comparativo. En 1971, el politólogo italiano describía la investigación comparada del siguiente modo:
La comparación es un método de control de nuestras generalizaciones… o leyes del tipo si… entonces…
Giovanni Sartori, 1971.
Han pasado 50 años desde que Sartori presentó su visión sobre la Política Comparada y el método que la funda. Conviene, entonces, volver sobre ella y revisitar sus supuestos y herramientas principales. A continuación, respondemos a las preguntas: 1) ¿Por qué comparar?; 2) ¿Qué es comparable?; y 3) ¿Cómo comparar?
¿Por qué comparar?
La principal función de la metodología comparada, según Sartori, es controlar. En las ciencias sociales, es necesario introducir mecanismos de control de nuestras variables para poder comprender, explicar e interpretar fenómenos políticos. ¿Cómo sabemos que «X» provoca «Y»? Lo sabemos porque comparamos diferentes instancias de «Y», y observamos si siempre se da después que «X».
Comparar es implementar un mecanismo de control sobre nuestras generalizaciones (o «leyes»). En Ciencias Sociales, las generalizaciones tienen poder explicativo si expresan regularidades que toman la forma de «si… entonces…». Al comparar casos en los que suponemos aplican estas generalizaciones, lo que hacemos es poner a prueba la certeza con la que esta generalización aplica a determinados casos.
Imaginemos la siguiente generalización: «los países con economías de mercado producen regímenes democráticos». ¿Cómo sabemos si esto es verdadero o falso? Para saberlo necesitamos observar a nuestro alrededor. Vale decir, necesitamos controlar comparando.
Mientras más sistemáticos seamos en nuestros esfuerzos de comparar casos en los que dicha generalización pueda aplicar, más fuerte será el control y más certeras nuestras conclusiones sobre la verdadera relación que existe entre «economías de mercado» y «democracia».
La Ciencia Política es una ciencia social con enfoque comparado. En la medida en que se hace ciencia, de una u otra forma, se compara. Comparar no es otra cosa que examinar nuestras hipótesis y teorías, sistemáticamente, a la luz de la evidencia empírica que encontramos en el mundo de los fenómenos políticos.
¿Qué es comparable?
El método comparado es lo que su nombre indica: un método. Como tal, no puede, delimitar por sí mismo un campo de estudios o un cuerpo sustantivo del saber. Es, simplemente, uno de los métodos de las ciencias sociales (entre muchos otros).
A decir verdad, de las herramientas metodológicas de las que dispone la ciencia, el método comparado no es la que posee la mayor fuerza de control. El método experimental, seguido por el método estadístico, ofrecen mejores posibilidades de control que el método comparado. El método comparado, por su parte, tiene mayor poder de control que el método histórico.
Sin embargo, en muchos casos (y sobre todo en las Ciencias Sociales), aplicar el método experimental o métodos estadísticos no es viable. Ya sea por razones éticas, de disponibilidad de datos o por la naturaleza del fenómeno a estudiar, en muchas ocasiones los investigadores se ven imposibilitados de recurrir a la experimentación o al análisis estadístico.
En estos casos, comparar es la mejor opción. Entonces ¿Qué es comparable? Si dos entidades son iguales en todo es como si fuesen la misma entidad. A la inversa, si dos entidades son diferentes en todo, entonces es inútil compararlas. Comparar significa asimilar y diferenciar, conforme a criterios definidos. Las comparaciones sensatas se hacen entre cosas que poseen algunos atributos en común (similares) y otros no (diferentes).
Lo que hacemos al comparar es clasificar. Vale decir, ordenar un universo en clases mutuamente excluyentes. Por lo tanto, establecemos similitudes y diferencias según criterios. Conforme a un criterio («comida») dos objetos (peras y manzanas) pueden ser muy similares; mientras que conforme a otro criterio («forma») pueden ser muy diferentes.
Al clasificar regímenes políticos, por ejemplo, lo que hacemos es compararles conforme a un criterio. Observamos un aspecto en todos ellos que nos permite saber si son similares o diferentes. Así, según Aristóteles, podemos diferenciar las monarquías de las tiranías. Pese a que ambas formas de gobierno son unipersonales, ambas difieren según si son rectas (monarquía) o desviadas (tiranía).
Lo esencial es que la pregunta «¿Qué es comparable?» sea siempre formulada así: comparable ¿en qué aspecto?
El perro-gato
Para ilustrar errores comunes en la clasificación de fenómenos políticos, Sartori recurre a una historia imaginaria para romper el hielo: la historia del «perro-gato». La historia reza lo siguiente:
Sempronio ha llegado a su Doctorado y quiere estudiar el «perro-gato». Para ello, propone una tesis original: todos los perros-gatos hacen «miau, miau». Al estudiar al perro-gato, Sempronio observa que muchos hacen «miau, miau», pero otros hacen «bau, bau». Su hipótesis debe ser reformulada. Al reformular su hipótesis, Sempronio sugiere: todos los perros-gatos hacen «bau, bau». Luego de más años de estudio, sus observaciones indican que muchos perros-gatos hacen «bau, bau», pero muchos otros no.
El perro gato no existe, le dice el oráculo de Delfos a Sempronio. El perro-gato es un error conceptual que nace de cuatro fuentes: I) El parroquialismo; 2) el clasificar incorrectamente; 3) el gradualismo; y 4) el alargamiento de conceptos.
- Parroquialismo: estudios de un sólo país que ignoran las demás categorías de análisis pertenecientes a teorías generales. Adoptan términos fabricados a la medida y, al mismo tiempo, sin medida.
- Clasificar incorrectamente: nos lleva a errores conceptuales más sofisticados. Ocurre cuando no empleamos criterios teóricamente relevantes para clasificar. Por ejemplo, cuando clasificamos sistemas de partidos políticos según el número de partidos existentes y no, por ejemplo, según su fuerza relativa o comportamiento.
- Gradualismo: ocurre cuando adoptamos límites arbitrarios para diferenciar nuestras categorías. Si las diferencias son de grado y pueden colocarse en un continuum de más a menos, entonces cualquier corte entre una categoría y otra será arbitrario. Este error lleva a la manipulación de los limites para favorecer o desfavorecer teorías.
- Alargamiento de conceptos: sucede cuando tomamos un concepto y lo vaciamos de significado al punto en que pueda acomodar cualquier caso. Por ejemplo, si definimos democracia de manera amplía en función de «voto popular», entonces países autocráticos en los que se obliga a las personas a votar de una determinada forma serán considerados (erróneamente) democráticos.
Con estos y otros perros-gatos, el control comparado pierde utilidad. Sólo podemos comparar sistemáticamente ahí donde hemos construido conceptos, categorías y teorías con precisión.
¿Cómo comparar?
Bajo el supuesto de que hemos establecido que una cosa es claramente comparable con otra cosa, y en qué aspecto, podemos establecer cuál es la mejor estrategia metodológica a adoptar.
Existen dos enfoques comparativos que sobresalen por sobre todos los demás: elegir entre sistemas más semejantes, o bien elegir entre sistemas más diferentes. En el primer caso, comparamos sistemas «cercanos», que son similares en la mayor cantidad de aspectos posibles, con el fin de dejar de lado múltiples variables bajo la cláusula ceteris paribus. Se presume que los factores que son idénticos en dos sistemas serán irrelevantes al momento de explicar sus diferencias.
En el segundo enfoque, por el contrario, se estudian sistemas que difieran en todo lo posible, menos en la variable a explicar (el fenómeno que se investiga). A modo de ejemplo, si las tasas de participación electoral son iguales en países con diferentes niveles de desarrollo, entonces el nivel de desarrollo no es una variable que este relacionada con las tasas de participación electoral.
El control comparado, hemos dicho, se refiere a hipótesis generalizantes. Pero, ¿qué pasa con las excepciones? ¿cuándo y cuantas excepciones matan una regla?
Reglas y excepciones
Si una ley o regla es concebida «deterministamente», entonces una sola excepción basta para refutarla. La ley de la gravedad debería funcionar, suponemos, de manera universal. Pero las leyes en Ciencias Sociales son diferentes a las leyes de las Ciencias Naturales y no deberían ser concebidas de forma determinística. Es decir, siguiendo la fórmula: si está dada la causa, entonces siempre está dado el efecto.
En las Ciencias Sociales, la determinación causal no es un supuesto válido. Muy por el contrario, se habla de indeterminación causal. En las Ciencias Sociales también hay causas y efectos, pero los efectos no son siempre necesarios como lo serían en las leyes naturales.
Las «leyes» de las Ciencias Sociales son, más bien, leyes «probables» o «cuasi-leyes». Se trata de generalizaciones (regularidades) explicativas que implican una comprensión fundada de las causas en juego. Son leyes de tendencia. ¿Cómo tratar, entonces, las excepciones? En la medida en que las «leyes» de las Ciencias Sociales son «leyes probables», una o pocas excepciones debilitan nuestras teorías, pero no son suficientes como para refutarlas completamente.
Este artículo se basa en la siguiente fuente de información:
- Giovanni Sartori (1994): «Comparación y método comparativo» en Giovanni Sartori y Leonardo Morlino (eds.), La comparación en las Ciencias Sociales. Madrid: Editorial Alianza.