El contrato social de Jean-Jacques Rousseau
¿Es posible fundar una comunidad de ciudadanos libres e iguales? Esta es la pregunta fundamental que Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) aborda e intenta resolver a lo largo de su obra más famosa: El contrato social o los principios del derecho político (1762).
Nacido en Ginebra, Rousseau fue uno de los filósofos e intelectuales más destacados del siglo XVIII. Junto con Thomas Hobbes y John Locke, se le considera parte del grupo de autores ilustrados que suscriben a la teoría política del contractualismo.
Pese a suscribir a una misma corriente de pensamiento , sin embargo, el pensamiento político de Rousseau es crítico de las posiciones adoptadas por Hobbes y Locke, quienes proponen que las sociedades se organicen desde el interés propio y no en función del interés común.
¿Cuáles son las particularidades de la propuesta política que Rousseau presenta en «El contrato social»? ¿Puede ejecutarse realmente el proyecto político de una sociedad libre de iguales? ¿O es un ideal utópico?
¿Libres e iguales?
Las sociedades modernas están marcadas por profundas diferencias de poder y de ventajas. A diario, personas poderosas toman decisiones que tienen un gran impacto sobre la vida de personas menos poderosas. Estas diferencias de poder y ventajas son, usualmente, el resultado de una mezcla entre la fortuna y las decisiones humanas.
¿Pueden acaso justificarse estas diferencias? Rousseau nos da una respuesta. En El contrato social nos ofrece una imagen de una comunidad libre de iguales, un mundo social y político en el que todos los individuos viven juntos como iguales, dándose a sí mismos sus propias leyes bajo una noción compartida del bien común.
Esta imagen, sin embargo, no es una utopía fuera del alcance de la humanidad. Al contrario, Rousseau sostiene que es una posibilidad humana real.
En El contrato social, Rousseau nota que:
«El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado«
Jean-Jacques Rousseau
Este es el problema fundamental de su obra. A saber, el problema de encontrar un orden social y político que defienda y proteja a las personas y sus bienes usando un poder común y que, al mismo tiempo, les permita obedecerse sólo a sí mismas y permanecer tan libres como lo eran antes de entrar en esta asociación.
En pocas palabras, Rousseau busca aquel sistema político o arreglo social en el que se garantice tanto la seguridad de sus miembros como su autonomía individual.
¿Es esto posible? Según Hobbes, no. Para Hobbes, la garantía de la seguridad es que cada uno de los miembros del pacto social renuncie a sus libertades personales y «deponga sus armas» en favor de un poder soberano y común que temer. La garantía de la seguridad personal, así, es la sumisión ante una autoridad única.
La respuesta de Hobbes al problema del contrato social, sin embargo, no satisface a Rousseau. Rousseau no está dispuesto a aceptar que la protección de la vida y las posesiones de los individuos dependa de un tipo de sumisión que sacrifica la libertad y la autonomía personal.
Los seres humanos, sostiene Rousseau, nacen igualmente libres y deben permanecer igualmente libres. Renunciar a tal libertad es, para este autor, renunciar a aquello que nos hace humanos.
El contrato social
El objetivo de Rousseau es describir la forma que debe adoptar la asociación civil para que la seguridad no dependa de la alienación de la libertad.
Según Rousseau, la comunidad política requiere de un tipo de organización que sea moralmente legítima en el sentido de que protege a cada individuo y, al mismo tiempo, respeta su dignidad como miembro libre y completamente autónomo. Vale decir, establece una forma de auto-gobierno en el que cada ciudadano es tan libre como lo sería en el «estado de naturaleza».
Este tipo de organización, sin embargo, no es fácil de imaginar. Garantizar la seguridad de una persona y sus bienes requiere de la existencia de una autoridad que imponga restricciones sobre las conductas de otros, y que tenga el poder suficiente como para que tales restricciones sean obedecidas.
Estas restricciones son las «cadenas» que constriñen a los hombres libres y que, en concreto, adoptan la forma de leyes. ¿Cómo es posible, entonces, garantizar la obediencia de la ley y, al mismo tiempo, proteger la autonomía política de los individuos?
Rousseau sostiene que los ciudadanos pueden permanecer «tan libres como antes» de entrar en la asociación civil si, y solo si, son ellos mismos quienes se dan sus propias leyes. Vale decir, siendo los legisladores que determinan cuáles son las restricciones que deben ser impuestas por la autoridad.
Solo de esta forma la comunidad política alcanza la armonía entre la obediencia y la libertad, sin demandar a los ciudadanos una subordinación moralmente cuestionable. Al ser legislador de la asociación política, cada ciudadano permanece libre en el sentido del autogobierno.
Para Rousseau, libertad y autogobierno significan lo mismo. Por esto, al darse sus propias leyes, los seres humanos cambian sus cadenas previas por «cadenas de oro».
La voluntad general
Al momento de legislar los ciudadanos participan de lo que Rousseau llama «la voluntad general». Esta idea es central para comprender la filosofía política del autor.
En una sociedad en la que predomina la «voluntad general», los ciudadanos comparten un noción del bien común. Al mismo tiempo, esta noción compartida se funda en el compromiso de todos los miembros de la sociedad a tratarse los unos a los otros como iguales. De esta forma, los ciudadanos se niegan a imponer a otros ciudadanos cargas que no están dispuestos a aceptar para ellos mismos.
La noción de bien común permite que exista también una preocupación por el bien de cada ciudadano individual. Esta preocupación se transforma en la base de todas las deliberaciones políticas y se expresa en la forma de leyes para la comunidad en general.
Así, el pacto social resulta en una legislación que establece las mismas condiciones de vida y los mismos derechos para todos los ciudadanos. Esto requiere, como se ha dicho, que todos los miembros de la comunidad reconozcan a los demás miembros como políticamente iguales.
La propuesta de Rousseau es institucionalizar la voluntad general del pueblo bajo la forma de una democracia directa, en la que los ciudadanos se reúnen periódicamente en asambleas para confirmar los vínculos sociales y crear las leyes comunes.
La bondad natural del ser humano
¿Es posible vivir de esta forma? ¿Pueden los seres humanos realmente vivir en una comunidad libre de iguales? ¿O se trata de una utopía sin fundamentos y fuera de nuestro alcance?
Una comunidad libre de iguales, como la que propone Rousseau, requiere de un entendimiento compartido y un compromiso con el bien común. Se funda, como se ha dicho, en la promesa de tratar al otro como un igual. ¿Son estas ideas compatibles con la naturaleza humana?
Hobbes ha objetado estos argumentos. Su visión de la naturaleza humana, que puede ser definida como «pesimismo antropológico», hace que la solución de Rousseau parezca poco realista.
Los argumentos de Thomas Hobbes en «El leviatán» (1651) para defender una comunidad política basada en la sumisión se fundan en una visión pesimista de la capacidad que tienen los seres humanos para auto-regularse. Sobre todo, Hobbes era escéptico respecto de la idea de que las personas estuvieran motivadas a actuar por «el bien común».
Rousseau era consciente de estas objeciones y, en general, coincidía con la descripción negativa de Hobbes sobre los comportamientos y las motivaciones humanas (Ver el «Discursos sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres».)
Rousseau considera que las conclusiones pesimistas sobre las acciones humanas se fundan en la observación directa del comportamiento humano en sociedad. Sin embargo, sostiene que de estas observaciones no se puede inferir que exista una predisposición natural del ser humano hacia la «maldad».
En pocas palabras, Rousseau sostiene que los seres humanos son naturalmente buenos, pero es la sociedad la que los hace miserables. Por esta razón, no cree que el proyecto de una comunidad libre de iguales carezca de realismo o sea un ideal imposible de alcanzar.