La Poliarquía de Robert Dahl

Robert A, Dahl (1915-2014) se encuentra dentro de los cientistas políticos estadounidenses más destacados. Se le conoce principalmente por su teoría sobre la democracia. En concreto, por proponer el término «poliarquía» para denominar a los sistemas políticos que se encuentran más cerca del ideal democrático.

El término «poliarquía» aparece por primera vez en el año 1956 en su texto: A preface to democratic theory. En dicha obra, Dahl evalúa la utilidad del método de «maximización», comúnmente empleado para elaborar teorías sobre la democracia.

Según Dahl, tanto la teoría de James Madison como la teoría «populista» definen la democracia en función de los procesos gubernamentales necesarios para maximizar sus objetivos. En el caso de Madison, la democracia se define en función de la estructura de pesos y contrapesos constitucionales que permiten evitar las tiranías. En el caso de la teoría «populista», se postula la maximización tanto de la igualdad política como de la soberanía popular.

Para Dahl, ambas teorías pueden considerarse apropiadas. Sin embargo, no permiten distinguir las características comunes que hacen de la democracia una forma de organización política específica.

Es por estas razones por las que se propone introducir el término «poliarquía», con el fin de alcanzar una teoría más completa sobre la democracia. ¿Qué es, entonces, una poliarquía?

La democracia en el mundo real

Según Dahl, las teorías democráticas que existen hasta el momento (1956) sólo proporcionan definiciones formales de normas y procedimientos para alcanzar el ideal perfecto de igualdad política y soberanía popular. Sin embargo, no nos dicen nada que nos ayude a explicar el mundo concreto. En específico, cuáles son las condiciones para maximizar la democracia en el mundo real.

Para Dahl, el modelo de democracia «populista» (aquel que se guía por los objetivos de la igualdad política y la soberanía popular) puede observarse en la realidad mediante un criterio: el hecho de que se le asigna un valor igual a las preferencias de cada miembro al momento de tomar una decisión.

Lamentablemente, este criterio no es suficiente para alcanzar una definición que nos permita diferenciar la democracia de otras formas de organización política. En parte, esto se debe a que no nos es posible observar si esta regla se cumple o no se cumple en cada uno de los casos en los que es necesario adoptar una decisión política.

Es por esta razón por la que Dahl nos remite a encontrar condiciones que nos permitan observar «en el mundo real» el cumplimiento de este principio. Según Dahl, la única instancia en la que podemos observar algo cercano a la aplicación de esta regla sobre las preferencias es durante el recuento de votos en las elecciones.

Sin embargo, no sólo debemos observar las elecciones como un punto fijo, sino que debemos considerar, además, las circunstancias de los periodos previos a la elección y los periodos posteriores a la votación. Esto es importante porque en un país, por ejemplo, pueden existir procesos sociales antiigualitarios y antiidemocráticos previos o posteriores a la elección.

Durante la votación

Durante el período de votación, Dahl propone que se debe observar en qué medida se dan tres condiciones:

  • 1. Cada miembro efectúa actos que se consideran expresiones de sus preferencias. Por ejemplo, vota.
  • 2. Al considerar estas expresiones (votos), el peso que se le asigna a cada individuo es el mismo.
  • 3. La alternativa que cuente con el mayor número de votos se proclama como la alternativa ganadora.

Es evidente que estas tres condiciones o reglas se vinculan directamente con el principio expresado anteriormente. A saber, que en una democracia se le asigna el mismo valor a las preferencias de cada miembro al momento de tomar una decisión.

Sin embargo, existen instancias que cumplen con estas tres reglas pero que no pueden ser consideradas democráticas. Por ejemplo, un plebiscito en un Estado totalitario. Si las alternativas que se le presentan al elector son, por un lado, votar a favor de la dictadura y, por otro lado, ser encarcelado ¿estamos aún frente a una elección democrática? Claramente no.

Es evidente que, en un caso así, los electores prefieren no ser enviados a prisión. Por lo que es muy probable que el gobierno dictatorial resulte electo nuevamente.

Antes de la votación

Las condiciones enunciadas en las reglas 1, 2 y 3 por Dahl son necesarias para la democracia, pero no son suficientes. Es necesario, por tanto, enunciar una cuarta regla que debe cumplirse en el periodo previo al momento de la manifestación de las preferencias individuales.

Esta cuarta condición se relaciona con la inclusión de las alternativas sobre las que se realizará una elección. Esta nueva regla es:

  • 4. Cualquier miembro que perciba un conjunto de alternativas, y considere al menos una de ella preferible a las demás, puede añadir su alternativa preferida (o sus alternativas preferidas) entre las seleccionadas para la votación.

Así, nuestro ciudadano hipotético podría añadir, dentro de las alternativas del plebiscito, la opción de votar en contra de la dictadura sin arriesgarse a ser condenado a prisión. Pero esto no resuelve el problema por completo. Una persona que cuente con el monopolio de la información podría convencer a los demás de que esta no es una alternativa factible o pertinente.

La diferencia en el acceso a la información en los periodos previos a las elecciones es, para Dahl, un obstáculo importante para la democracia. Y, por ello, añade una quinta regla:

  • 5. Todos los individuos poseen idéntica información sobre las alternativas.

Está quinta condición nos permite afirmar que la elección no ha sido manipulada mediante el control de la información por parte de algún individuo o grupo de individuos. Es importante admitir, sin embargo, que la cuarta y quinta condición no son tan fáciles de comprobar como las tres primeras.

Después de la votación

Podría pensarse que estas cinco condiciones son suficientes para garantizar el cumplimiento de la regla democrática. ¿Pero qué pasa con aquellos regímenes que garantizan estas condiciones y, posteriormente, ignoran los resultados de las votaciones? No podemos decir que son regímenes democráticos.

En consecuencia, Dahl propone otras dos condiciones que aplican al periodo posterior a la votación:

  • 6. Las alternativas con mayor número de votos desplazan a todas las alternativas con menos votos.
  • 7. Las órdenes de los cargos electos se cumplen.

Estas condiciones son auto-explicativas y no merecen mayor análisis. En su conjunto, estas siete reglas se convertirán en las condiciones limitadoras (y observables) que nos permitirán afirmar si se cumple o no la regla democrática que busca maximizar la igualdad política y la soberanía popular.

¿Y qué sucede entre una elección y otra? Para Dahl, la maximización de la igualdad política y la soberanía popular demanda:

  • 8.1. Que todas las decisiones entre elecciones estén subordinadas a las establecidas durante las elecciones o que sean una aplicación de ellas;
  • 8.2. O que las nuevas decisiones se rijan por las 7 condiciones previas;
  • 8.3. O ambas cosas.

¿Son realistas estas condiciones?

Según Dahl, ninguna organización humana ha cumplido ni podrá cumplir jamás estas ocho condiciones. Si se les toma de forma dogmática, es muy poco probable que exista un país o grupo de individuos que pueda alcanzar estas condiciones de manera perfecta.

En el mejor de los casos, un Estado-nación se aproximará al cumplimiento de estas condiciones de forma gradual. Para cada una de estas reglas existen obstáculos importantes y variaciones. Por ejemplo, es poco realista esperar que la primera regla se cumpla si esto demanda la participación del 100% de la población en los comicios electorales. Como mucho, se podrá esperar que participe la mitad de la población (si uno es realista y se basa en las estadísticas disponibles).

Esto se debe a que la participación ciudadana está influida por variables como la educación, el interés, la capacidad de acceso, el estatus socioeconómico, la edad, la residencia, e incluso características religiosas y de la identidad personal.

Es preciso, entonces, considerar estas ocho condiciones como un continuo o una escala frente a la que se puede medir el desempeño de una organización. Si este es el caso, es posible establecer «clases» o «tipos» de regímenes según el grado en el que estos cumplan o no cumplan con estas condiciones. Si bien son condiciones demandantes, no son absurdas.

Dahl propone que se denomine «poliarquía» a aquellas organizaciones que se ubican en el sector superior de esta escala o continuo. Vale decir, aquellos regímenes de gobierno que se acercan más al ideal de la regla democrática y, por tanto, pueden ser mejor calificados en las dimensiones de igualdad política y soberanía popular.

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