Crímenes de odio contra personas LGBT+
En el núcleo de los crímenes de odio en contra de personas gay, lesbianas, bisexuales y transgénero se encuentra la violencia asociada con la discriminación por orientación sexual y género. ¿Cuáles son los desafíos que, como sociedad, aún tenemos pendientes de resolver en relación a este tipo particular de violencia?
La violencia que inspira estos crímenes puede ser desagregada en un amplio espectro. Dentro de ella se encuentran los casos más extremos y visibles (como los homicidios), pero también aquellas formas más frecuentes y sutiles de violencia como, por ejemplo, el acoso, la intimidación, el insulto y la amenaza.
Si bien existen múltiples formas de violencia discriminatoria, no todas ellas son tratadas por igual. La discriminación por orientación sexual o identidad de género se encuentra, por lo general, menos condenada en el ámbito público que, por ejemplo, la discriminación racial-étnica.
En este sentido, los crímenes de odio en contra de personas LGBT+ aparecen en una «segunda categoría», menos visible y menos rechazada en términos sociales, legales y políticos. Se puede decir, por tanto, que existen jerarquías de aceptación (o condena) de la violencia que afectan más perjudicialmente a las personas gay, lesbianas, bisexuales y transgénero. En este aspecto, las personas LGBT+ son tratadas como ciudadanos de segunda clase.
«Malas» víctimas
Con frecuencia las personas «L», «G», «B», «T» (y también Queer, Intersexuales y Asexuales) son tratadas como «malas» víctimas. ¿Qué significa esto? Significa que es difícil que la violencia que sufren sea reconocida como tal. En la mayoría de los casos, los daños producidos son interpretados como daños «merecidos» o como consecuencia de las propias acciones de las víctimas.
Las «malas» víctimas tienen dificultades para recibir el apoyo del Estado y de sus agencias (policía). Los intentos por solicitar ayuda y resguardo a estas agencias proporcionan seguridad limitada o, en los peores casos, terminan en castigo y persecución.
Lo que en otras personas es percibido como comportamiento ordinario, en las personas LGBT+ es percibido como acciones amenazantes y peligrosas. ¿Cómo sucede esto en la práctica?
Prejuicios de género y orientación sexual en la ley criminal: en 76 países a lo largo del mundo, la discriminación y el prejuicio se encuentran institucionalizados por medio de leyes que criminalizan las acciones de personas LGBT+. Todos estos países usan las leyes criminales para perseguir actos sexuales entre adultos del mismo sexo que consienten la relación (especialmente entre hombres).
Prejuicios de género y orientación sexual en leyes que regulan relaciones familiares: otras formas de violencia y discriminación, especialmente en contra de las mujeres, ocurren en privado y son reguladas por el derecho civil. Las mujeres lesbianas, por ejemplo, experimentan violencia institucional cuando son víctimas de violaciones
«correctivas» (dirigidas a «convertirles» a la heterosexualidad) sin que estos crímenes sean adecuadamente perseguidos por la justicia.
La descriminalización es necesaria pero insuficiente: si bien la descriminalización de los actos sexuales entre adultos del mismo sexo que consienten la relación puede motivar un cambio de actitud hacia las personas LGBT+, no es suficiente en sí misma para prevenir otras formas de violencia basada en prejuicios.
Poner la violencia en la agenda política
En los modelos de democracia liberal modernos, la provisión de seguridad es una de las principales responsabilidades del Estado hacia sus ciudadanos. En este sentido, los crímenes de odio y la violencia motivada por razones de orientación sexual e identidad de género amenazan atributos esenciales de lo que significa ser «ciudadano».
Uno de los grandes problemas que ha enfrentado la comunidad de activistas LGBT+ en este respecto es la negación de sus experiencias frente a la violencia asociada a sexualidad y género. El gran desafío al que se han tenido que enfrentar es aquel que refiere a la recopilación de datos sobre la naturaleza y la extensión de la violencia.
En muchos casos, los crímenes de odio dirigidos a personas LGBT+ no son reportados a la policía (o son reportados en menor medida). En otros casos, cuando estos crímenes se reportan no son reconocidos por las agencias del Estado como tales, o no quedan registrados como instancias de violencia discriminatoria.
La ausencia de datos es considerada, de forma errónea, como evidencia de que la violencia no existe. En la Unión Europea, por ejemplo, los datos sobre todo tipo de crímenes de odio son muy limitados. Los únicos países que cuentan con bases de datos «comprehensivas» son Finlandia, Holanda, Suecia y el Reino Unido.
Ante la ausencia de información, en las últimas décadas las comunidades de activismo LGBT+ se han involucrado en la recolección de datos a través de encuestas locales. Esta es una herramienta importante para superar los efectos que tiene el silencio institucional y ha servido como un mecanismo para dar voz a relatos de violencia cotidiana.
¿Qué muestran estas encuestas? Un panorama bastante deprimente de vidas arruinadas por la violencia que sufren a diario. La amplia mayoría de las personas señala haber sufrido alguna forma de discriminación, mientras que existen muchas personas que han sufrido violencia reiterada. La experiencia más común es el acoso y otras formas de violencia de «bajo nivel».
La mayor parte de estos casos jamás llegan a ser informados a la policía. Las razones para este silencio son, principalmente:
- Expectativas de discriminación institucional: las malas experiencias previas con la policía y las fuerzas de orden generan poca confianza con las instituciones. El temor a que la discriminación continúe o se intensifique; las actitudes homofóbicas de los oficiales; e incluso la indiferencia, disuaden a las víctimas de realizar denuncias formales.
- El tipo de violencia experimentada: en otras ocasiones la violencia discriminatoria experimentada es considerada «muy trivial». En los casos en los que no existe una pérdida o un daño significativo la policía no puede hacer mucho, o no está interesada en hacer algo al respecto.
La percepción de que la policía no se toma en serio la violencia motivada por orientación sexual o identidad de género, combinada con la baja expectativa de que la intervención policial produzca algún cambio, son razones importantes que explican la ausencia de casos oficialmente reportados.
La experiencia que tienen las víctimas una vez que se han puesto en contacto con la policía es crucial. Los prejuicios de los agentes terminan por socavar los resultados de las investigaciones y potencialmente destruyen la confianza de las personas en la policía y en el sistema judicial.
Activismo LGBT+ ¿Para qué?
Las campañas políticas y el activismo de organizaciones y comunidades LGBT+ tienen dos objetivos principales. En primer lugar, modificar las leyes y las instituciones para terminar con la discriminación, la violencia y los crímenes de odio.
En segundo lugar, garantizar la seguridad y disminuir la vulnerabilidad de las personas al momento de enfrentarse a situaciones de violencia. La seguridad personal es uno de los objetivos principales de las democracias liberales, y debe ser aplicable a todos los ciudadanos y ciudadanas.
Estos objetivos son fáciles de señalar, pero la historia y las experiencias contemporáneas nos han hecho ver que son difíciles de cumplir. La sexualidad y el género marcan diferencias sociales que inspiran crímenes de odio y violencia. El activismo LGBT+ busca exponer los efectos dañinos de estas conductas y poner fin a la violencia discriminatoria.